MARÍA JOSÉ MARRODÁN


             

       









LA VIDA POR DELANTE
      
 A todos los Aylan de las playas y las ciudades

No pude dormir, ni esa noche, ni la otra,
ni tampoco la siguiente.

No había dormido la anterior,
ni aquella en que leí el hambre en los ojos
apagados de los niños de las fotos,
de las calles, de mi propia escuela.

De los niños sin ojos de niños,
sin bocas de niños, sin alientos,
niños deformes, tristes, desahuciados.

Las noches que escribía huérfanos de pan
y trenes con destinos pretenciosos.

Pero ese niño en la playa conmovió
todos los cimientos, perpetró la desolación
en mi alma, dejó arrasadas mis entrañas
porque mis mismas manos que sujetaban
la siniestra foto del diario matutino
acababan de acunar una niña de similar edad,
con risas de similares sueños,
con besos de igual necesidad,
nacida en la suerte de otro lugar del mapa

No pude dormir esa noche ni las anteriores,
ni mucho después lo haré,
porque al abrazar a la carne de la carne de mi carne
yo abrazo el pequeño cuerpo yacente de la arena,
y lo siento dulce y blando, suave, desprotegido, limpio,
igual que el cuerpo que me abraza,
igual que el de mi niña, igual que los de vuestros hijos,
solo que ellos tienen, aún, la vida por delante
un futuro que beber.

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