MARIO MARTÍNEZ


LA SONRISA DE UN NIÑO

 
     Cuando sonríe un niño,
se encienden mil luceros
en el oscuro cielo,
y hay como un aleteo
de mil palomas blancas
que conmueven el alma
de aquél que lo contempla,
su corazón aumenta
      preñado de ternuras,
y mil lágrimas puras
en su mirada tiemblan.

 Cuando sonríe un niño,
se contagia su gozo,
se remueven los posos
de nuestra propia infancia,
y tenemos constancia
de aquél lejano embozo
que un día nos cubriera,
y del pecho que diera
en calor y alimento,
     ese feliz contento
     que repetir quisieras.

  
 Cuando sonríe un niño,
en su risa inocente
sonríe la mañana,
que dichosa se hermana
con la luz del estío,
el calor gana al frío,
y el río de la mente
que arrastra las ideas,
se convierte en torrente
de recuerdos ausentes
y sensaciones nuevas.  

      Cuando sonríe un niño,
      se hace tan grande el mundo
      como su propia risa, 
      se detiene la prisa
      la fracción de un segundo,
      y se vuelve fecundo
     el más seco desierto;
     en sus ojos despiertos
     de mirar que embelesa,
      hay toda una promesa
     de horizontes abiertos.

    Cuando un niño sonríe
    es la Vida quien ríe,
    y nada es imposible;
    la magia se hace humana
    y sus labios ventana
    de la expresión más libre.

   En su alegre inocencia
  sedienta de cariño,
   es Dios quien le hace un guiño
  a nuestra ruin conciencia,
  cuando sonríe un niño.
 
Mario Martínez, poeta, en Palacio Abadial de Alfaro, 28 de marzo de 2012

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